Acabo de releer ”La autopista del Sur”, una joyita de Julio Cortázar (1914-1984) en la que narra las situaciones que padecen los automovilistas en un inmenso taco de regreso a Paris. Allí, asoman diversas marcas de autos, el Peugeot , el Simca, el Dauphine, que reconozco no lo conocí, el Taunus, el Caravelle y tantos otros.
A los trece años, mi amigo y compañero del 2° de humanidades, Miguel Unanue Prudant, me enseñó cómo reconocer las diversas marcas de autos, aún a dos cuadras de distancia, desde el viejo Chevrolet 51 hasta el Ford Edsel 58, pasando por el Packard, el Volkswagen escarabajo (que lo pronunciaba como “volvaguen, en circunstancias que es “folksvaguen”) y el Volvo B 121, año 62, que fue mi primer auto, pero cuando ya habían pasado quince años, por cierto.
Otro auto que me recuerda aquella época púber, fue el Studebaker Lark, de hocico chato, como el Mercedes, pero más pequeño. En 1962 conocí el Chevrolet impala, un larguísimo y cómodo vehículo con 3 luces redondas a cada lado de la parte posterior, de asientos amplios tan cómodos que parecían verdaderos coche-camas, y que el modelo 60 contaba con dos luces traseras de forma de hojas a cada lado. Por aquella época también apareció el Chevrolet Bel Air, pero era menos ostentoso. De esa época recuerdo el Citroen, una especie de diseño absolutamente revolucionario. Y más adelante el feo Willy, que fue muy utilizado como taxi.
Curiosamente no me recuerdo de la forma del Chrysler o del Dodge. Esas marcas las asocio a camionetas, como la International. Entre los japoneses, uno conocido era el Mitsubishi, que lo relaciono exclusivamente con los buses de pasajeros que tenían su paradero en la esquina de la escuela Pedro Aguirre Cerda, donde yo hacía mis estudios primarios, pero en esa época nunca vi un automóvil Mitsubishi., en cambio si muchos Ford falcon que era la equivalencia en ostentación del Chevrolet impala.
Años después, para los jóvenes estaba el Fiat 500, hermano menor del 600, o la Citroneta, una máquina con ruedas que “se arreglaba con un alambre”. Muchos jóvenes preferían, antes que comprar un vehículo pequeño como el Issetta o el Austin mini, la conocida “motoneta” Vespa o la Lambretta, de dos ruedas. Era la época de las motonetas. Sólo algunos privilegiados eran dueños de una moto BMW de 250 cc o una MZ, poderosa moto proveniente de la Alemania del Este. Mi hermano se compró una MZ de 250 cc y yo la manejé en más de una ocasión, sacándola a hurtadillas para dar un par de vueltas a la manzana.y lucirme entre las “coléricas” del barrio mientras mi hermano se iba a la pega en micro.
Hoy, la línea Chrysler sacó un hermoso modelo retro: el PT Cruiser, ideal para el que ama los vehículos antiguos, pero con una tecnología absolutamente moderna. También reapareció el MG, pero el actual nada tiene que ver con la línea antigua.
A propósito del Issetta, que era un autito de la BMW, jamás me imaginaría en ese entonces, que era la empresa más sólida y prestigiosa existente, junto a la Mercedes Benz. En aquella época estaba el Buick, un auto con personalidad, de líneas gruesas, firme y a la vez elegante. Podríamos compararlo con el actual Chrysler 300 C de hoy. También estaba el Pontiac, y diez años después, por supuesto la querida Renoleta, un vehículo familiar económico para clase media tiradita para abajo. Al revés de la querida “renola”, como le decían, homologando a la “citrola”, se aparecía por las calles de nuestra ciudad, el Cadillac 1958, con un par de puntas agresoras adelante y un formidable parachoques trasero. Este auto representaba el poder económico de la clase alta.,
Un auto eminentemente femenino era el Taunus, de líneas redondas y suaves, absolutamente contrario al agresivo Cadillac 58.
De los autos que mis ojos veían correr por las calles de esos años, nunca cambiaría al Chevrolet 51. Todavía, por estos días lo veo y me encantaría tenerlo, más que al Land Rover y mucho más que al Jeep. Ni siquiera el Jeep podría encantarme más. Han pasado los años y quedaron atrás el Vauxhall, el Lancia, el Datsun, el Opel y hasta el Yagan, el único auto chileno que tiene su propia historia.
Corría el año 1971 y Citroen comercializó en países como Grecia, Chile o Portugal, versiones baratas del 2CV, con una línea denominada FAF (Facile á fabriquer, facile á financer). La versión chilena del Citroen FAF se denominó Yagan.
El Yagan fue un vehículo desarrollado en Chile entre los años 1971 y 1973 por encargo del entonces Presidente Salvador Allende. Sin duda, el Yagan era un vehículo adecuado al proceso de ”industrialización” que vivía Chile a principios de los 70. De hecho, Allende lo consideraba “el auto del pueblo”. Tenía forma de cajón, un poco destartalado, techo de lona y un pequeño motor refrigerado por aire, muy práctico para la zona norte.
Aunque la carrocería era de metal, estaba basado en el Mehari francés (carrocería de fibra) que también se fabricó en Argentina, pero era una versión más mítica y por qué no decirlo, más fea. A pesar de tratarse de un vehículo artesanal, ya que el Yagan estaba hecho totalmente a mano y sin ningún tipo de matrices o moldes, por lo que no existen ni existieron dos Yagan idénticos, logró una cuota de fabricación cercana a las 1.500 unidades en su fábrica de Arica, donde además se ensamblaban otros vehículos Citroen, como el Ami 8 y el Citroen 2CV. Algo muy distintivo del Yagan era que el chasis base era de Citroen 2CV y no de Mehari y el 50 % de los componentes eran chilenos. Ese era el objetivo.
Era una muy buena alternativa (por precio) frente a otros modelos ensamblados en Chile.
Posteriormente, el régimen militar modificó el modelo para destinarlo a patrullajes del ejército, debido a lo cual, muchos Yagan fueron sacrificados en absurdas pruebas de resistencia, algunas de las cuales consistían en ser lanzados desde aviones Hércules C-130 con paracaídas, con resultados evidentemente lamentables para los vehículos, que resultaban totalmente destrozados. Al no cumplirse las expectativas del ejército, su fabricación fue desechada, finalizando así el periplo del único vehículo diseñado y fabricado en Chile con el 50% de componentes chilenos.